Decálogo para enfrentar la adversidad

Nadie está libre de problemas. La tensión es parte de la vida. A veces la tragedia golpea fuertemente. ¿Cómo superar la crisis? ¿De qué manera enfrentar la fatalidad? Desarrollando la capacidad reparadora, privilegiando la esperanza, buscando la fortaleza interior y la ayuda de Dios. Escapando de la debilidad y la autocompasión, que es la metáfora madre de toda enfermedad. Los problemas no son meros obstáculos sino desafíos a enfrentar y superar. Las desgracias pueden ser las oportunidades para crecer. ¡Cuántos dieron a luz una nueva fortaleza, nacida del sufrimiento y la necesidad! Por eso es básico volver fuerte al débil. No escarbar en la desdicha sino en las fuerzas soterradas del espíritu. Buscar la resiliencia protectora, la creatividad para descubrir otras alternativas y conservar la competencia aun en circunstancias angustiantes.
No se deje ganar por el miedo o la desesperación. Controle sus emociones.
Evite la autocompasión, el sentimiento de desvalimiento y el desánimo.
No pierda el buen humor y la alegría. No permita que el infortunio amargue su carácter.
Confíe en usted mismo, en sus capacidades y en la eficacia de sus recursos.
Busque las vías posibles o nuevas alternativas de solución o superación del problema.
Piense que la dificultad puede ser una oportunidad para fortalecer y elevar el carácter.
Aprenda de las experiencias pasadas y de los demás, para saber qué es lo mejor.
Procure el afecto, el apoyo y la solidaridad de su familia o amigos.
Privilegie la esperanza. Siempre hay alguna puerta que puede abrirse.
Ejercite la fe. Confíe en Dios.
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