Nosotros mismos matamos nuestro matrimonio

Le ha ocurrido a usted y también a mí. De hecho, le pasa a todo el que ha estado casado. Veamos de que se trata.
Digamos que usted y su cónyuge han acordado encontrarse en un centro comercial. El plan es recorrer algunas tiendas y luego comer juntos para celebrar un aniversario más de bodas. Usted ha llegado a la hora acordada, pero su cónyuge no. Los minutos transcurren. Llama a su teléfono. No hay respuesta. ¿Qué pensamientos usualmente acuden a su mente en una circunstancia tal? Hay básicamente dos tipos.
Uno es el positivo, el que expresa preocupación y concede al conyuge el beneficio de la duda:
“¿Por qué no ha llegado? Le habrá pasado algo?”
“Quizás el tráfico esta muy pesado”.
“Será que estoy esperando en el lugar equivocado?”
El otro tipo de pensamiento es el negativo, el que mata la relación:
“No puedo creer que otra vez se le haya olvidado nuestra cita”
“Como siempre, se le hizo tarde”.
“Nunca ha sido puntual. ¿Por qué habría de serlo ahora?”
Si, ya se trate de una cita, o de cualquier otra situación, de esas que se producen en el matrimonio, una cosa es cierta como bien lo expresa John Crosby. “ somos nosotros los que matamos nuestro matrimonio”. Y el arma mortal por excelencia es la clase de pensamientos que hace nido en nuestra mente.
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