Las dudas y temores más comunes de los padres primerizos

La llegada del primer hijo supone un gran cambio en la vida de una pareja. Todo tu mundo cambia y normalmente, desde el momento en que se sabe que una mujer está embarazada, el hombre pasa a un segundo o tercer plano para el resto del universo. Sin embargo, el padre es una pieza fundamental en esta historia y aunque, nadie se dé cuenta, ellos también tendrán miedos, dudas y muchas inseguridades. Hablamos con cinco lectores que nos cuentan qué es lo que más les preocupa con la llegada de su primer hijo.
¿Seré buen padre?
“No me había dado cuenta de la responsabilidad que es tener un hijo. Cada vez que pienso en lo que está por venir, en lugar de sentirme contento estoy aterrado. ¿Irá todo bien? ¿Podré permitirme dar a mi hijo todo lo que necesita?”.
Esta inseguridad es buena (y habitual): Tras la alegría de la noticia del embarazo, vienen las incertidumbres: por muy bien que os vaya económicamente, un hijo supone gastos, muchos gastos. Es normal, y sano, que te angustie vuestra posición económica, como lo es preguntarte si estarás a la altura para guiar a esa nueva vida de la que eres responsable. El solo hecho de plantearte estas inquietudes ya te está haciendo un buen padre (si estas preguntas te inquietan, es porque tienes intención de serlo, y lo más importante en la paternidad es el amor y el compromiso constante). Lo importante es no dejarse llevar por el pánico, piensa en todos los padres que tienes alrededor y que día a día lo consiguen, como tú harás.
No sé nada de niños
“Tengo miedo. Nunca he cambiado un pañal, no he dado un biberón ni he bañado a ningún niño, y lo que me dijeron en la preparación al parto se me ha olvidado”.
La práctica hace al maestro: Nadie nace con el gen de cuidar a un bebé activado, pero todos los padres aprenden a dar de comer, a bañar, a vestir y hasta a combinar bien la ropa de sus recién nacidos. En cuanto lleguéis a casa te darás cuenta de que vuestras tareas se multiplican por veinte. Al principio tu aportación con el bebé será mínima, pero el hecho de ocuparte tú de las visitas, de las tareas del hogar, de que la mamá tenga siempre comida equilibrada, de preparar los millones de utensilios que se necesitan para el cambio... es ya una ayuda inestimable. Poco a poco irás cogiendo a tu hijo más veces y más tiempo para que tu pareja pueda descansar, el único pañal que te costará será el primero, pero cuando pases una semana y media con tu bebé, serás un experto.
Y yo, ¿qué hago en el parto?
“Me siento un inútil total. Ana, mi chica, lleva ocho meses de embarazo nada fácil. Se aproxima el parto y quiero estar, pero me preocupa pensar que voy a estorbar más que ayudar”.
Procura que tu pareja se sienta acompañada y refrendada: Más del 70% de los padres primerizos tienen miedo de desmayarse, vomitar o marearse cuando vean todos los fluidos corporales que intervienen en los partos... Pero la verdad es que pocos de ellos lo hacen; solo aquellos que ya saben previamente que no toleran la visión de la sangre deberían quedarse fuera. Dentro de la sala del parto, tu misión estará clara: mirar a tu pareja, cogerla de la mano, darle ánimos, secarle el sudor, ayudarle a marcar el ritmo de las respiraciones que os enseñan en las clases de preparación al parto y, sobre todo, hacer que pase por ese trámite acompañada. Parece poco, pero es una función inestimable.
Cuando volváis a la habitación del hospital seguramente tendrás que ayudar a tu pareja a incorporarse, acercarle el bebé, ir al baño, ducharse, cambiar el pañal de tu hijo.
¿Por qué siendo mi bebé lo noto tan ajeno a mí?
“Pensé que lo querría nada más saber de su existencia... pero es como si fuese ajeno a este embarazo, tan esperado y deseado”.
El vínculo del padre llega después: Desde el momento en que una mujer se entera de su embarazo (sobre todo, si este es deseado), va estableciendo un vínculo con su hijo: come mejor o come distinto para beneficiar al bebé, deja de hacer determinadas cosas que le gustan por la salud de su hijo, acepta de buen grado los cambios de su cuerpo porque benefician a su bebé... a cambio, cada cierto tiempo lo ve en ecografías y, sobre todo, siente cómo crece dentro de ella, cómo se mueve, incluso cómo reacciona a estímulos que reciben los dos. Todo este precioso proceso, lleno de sentimientos e impresiones, es completamente ajeno al papá, que no puede sentirlo. Si a eso añadimos que, una vez ha nacido y gracias, sobre todo, a la lactancia materna, el bebé establece un vínculo único con la madre, es normal que muchos padres se sientan ajenos a este proceso... Hay algunos que incluso caen en una masculina depresión postparto. ¿El truco? Esperar: el vínculo paterno se crea más tarde, pero es tan fuerte como el de la madre.
¡Me va a costar la pareja!
“Estamos a mitad de embarazo y ya no reconozco a mi chica: cualquier cosa que digo sobre nuestro bebé le sienta mal, está tan agobiada que no conectamos como antes, ni hacemos tantas bromas”.
Es tiempo de reajustes: El embarazo es una etapa de transición que requiere una adaptación, una nueva reorganización de vuestra vida. En breve vais a pasar de ser
una pareja a una familia, y esos ajustes –unidos a los desajustes hormonales que sufren todas las mujeres durante el embarazo y tras el parto– a la larga unen a las parejas, pero hasta, que se logra, torpedean unos cuantos días. La prioridad ahora, en los meses antes de que nazca el bebé, es cuidaos mucho el uno del otro. Intentad no dejar nada sin hablar: ni de lo afectivo ni de lo sexual o, simplemente, de lo práctico. Quizás ahora no podáis llegar a muchas conclusiones –hay que esperar a que nazca el bebé para tomar ciertas decisiones–, pero al menos sabréis lo que opina el otro a priori sobre temas relacionados con la crianza y, sobre todo, con vuestra relación.
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