Monarcas y algodoncillo

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Dios los ayudó, y los agarenos y sus aliados cayeron en sus manos, porque en medio de la batalla pidieron a Dios que los ayudara. Dios los ayudó porque confiaron en él, 1 Crónicas 5: 20.
Las mariposas monarca probablemente son las más famosas y numerosas del mundo.
Las flores del algodoncillo producen un dulce néctar. Hace mucho tiempo los indígenas de América lo usaban para elaborar azúcar moreno. Las mariposas monarca también han descubierto ese néctar y vuelan a los algodoncillos para succionarlo de sus flores. Podría pensarse que al succionar el néctar, esas criaturas negras y anaranjadas atraerían a los depredadores, pero la mayoría de las aves sabe que las monarcas son amargas.
Las hembras monarcas adultas usualmente depositan sus hueve- cilios en el lado inferior de la hoja del algodoncillo. Cuando nacen las orugas, comienzan a comer la planta. Si consumieran todas las plantas de algodoncillo, morirían muchas monarcas. Así que la oruga de la monarca convierte su alimento de algodoncillo en un medicamento para el corazón llamado glucósidos cardiacos, que provoca graves dolores de estómago a cualquier criatura que la ingiera.
Una vez que la oruga termina de madurar se hace un capullo y lo sujeta al algodoncillo. Tiempo después emerge una mariposa monarca. Cuando está por comenzar el invierno, miles de monarcas migran hacia el sur de Estados Unidos y a México.
El algodoncillo puede sobrevivir por su cuenta, pero las monarcas no. Un día, las numerosas personas que viven sin Jesús ya no serán capaces de seguir sin él. Un día cercano, quienes creen que no lo necesitan, se arrepentirán.
Así como la monarca busca sobrevivir gracias al siempre disponible y dulce néctar del algodoncillo, tú y yo debemos confiar nuestras vidas a Jesús hoy y siempre. Dile hoy que confías en él.
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